Jesús, el hijo de María, nuestra Señora de la Soledad , ofreciéndose
libremente a la “pasión” de la
Cruz ha abierto el sentido y el destino de nuestro vivir:
subir con El a la Santa
Cruz para abrir los brazos y el corazón al Don de Dios, en un
intercambio admirable.
“Mirad el árbol de la Cruz donde estuvo clavado la Salvación del mundo:
venid y adorémosle”. Agradezcamos el don de Dios y adoremos la Cruz. Busquemos la Santa Cruz en nuestra
vida, para que con la certeza de que con El, en El y por El, nuestra donación
será transformada en manos del Padre y del Espíritu para el perdón de los
pecados.
Jesús a los pies de la Cruz nos da a María como Madre. Ella comprende
nuestros sufrimientos. Ella nos acepta con nuestros sufrimientos. Que nuestra
Señora la Stma Virgen María,
bajo la advocación de Soledad y Amargura, nos ayude a cargar con nuestra Cruz y
nos haga ofrecerla al Señor. Que Ella nos lleve a adorar la Cruz Redentora de
Cristo, pues adorar la Cruz
es adorar al mismo Cristo, Dios y hombre, pues la Cruz representa al Señor
Jesús que estuvo en contacto con ella en el acto de su inmolación, y es símbolo
por antonomasia de la Pasión
del Señor.
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